
En un emotivo acto que resalta las raíces culturales y espirituales de las comunidades andinas y originarias, se llevó a cabo una significativa conmemoración en honor a los seres queridos que han partido. Las colectividades peruana, boliviana y mexicana, junto a las diversas comunidades de los pueblos originarios, unieron sus corazones para rendir tributo a los difuntos mediante ofrendas de alimentos y bebidas.
En los días emblemáticos del 1 y 2 de noviembre, las comunidades quechua, kolla, aymara y andinas, así como las bolivianas, celebran el Aya Mark’ay Quilla, expresión quechua que alude al “Día de los Difuntos”. En esta ocasión especial, los ajaius, espíritus ancestrales que trascienden el tiempo, se reúnen con las familias y su entorno comunitario, estableciendo un vínculo sagrado que trasciende las fronteras de la vida y la muerte.
El miércoles 2, en un conmovedor encuentro que congregó a más de 50.000 personas en el cementerio del barrio porteño de Flores, se rindió homenaje y se mantuvo vivo el recuerdo de aquellos que han partido. Desde el año 2008, la Unesco declaró esta fecha como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, otorgando así un reconocimiento global a esta festividad. Además de ser una celebración profundamente arraigada en la cultura mexicana, su influencia se expande en todo el territorio latinoamericano.
Felicidad Chávez Matias, Secretaria General de la Asociación Folklórica Cultural San Martín (A.F.A.C San Martín), compartió sus impresiones sobre la jornada, destacando el ambiente de respeto y alegría que impregnó el cementerio de Flores. Para ella y para muchos otros, esta celebración representa un reencuentro con los seres queridos que han trascendido, llenando el día de un sentido profundo y reconfortante.
De acuerdo con las arraigadas tradiciones andinas y originarias, la muerte es concebida como una etapa natural en el ciclo de la vida, marcando el inicio de una nueva era. Por esta razón, la festividad se lleva a cabo con alegría y gratitud, en un gesto de homenaje a la vida y de agradecimiento por la protección brindada por aquellos que ya no están en el plano material.
La festividad se despliega en dos momentos clave: el 1 de noviembre, cuando los espíritus ingresan a los hogares de sus seres queridos y son recibidos con ofrendas que varían en ornamentación y contenido según las tradiciones regionales y familiares. Los elementos fundamentales de estas ofrendas simbolizan los pilares esenciales de la vida: agua, viento, fuego y tierra. El agua, representada en una jarra de barro o vidrio, satisface la sed del espíritu tras su largo viaje. Las velas encendidas evocan el fuego, mientras que el papel picado encarna el viento. La tierra se materializa en el pan de muerto, un elemento central en la ofrenda.
El 2 de noviembre marca el día de despedida de los espíritus, un momento íntimo y familiar caracterizado por la música, las flores, la comida y las tradiciones que acompañan a quienes rinden tributo a sus seres queridos. Familias enteras se congregan para compartir sus historias y mantener viva la memoria de sus ancestros.
La Ciudad, comprometida con la realización de este evento, implementó medidas para garantizar un ingreso ordenado y respetuoso al cementerio, incluyendo personal de prevención en los accesos y facilidades como baños químicos y agua dentro del predio. El horario de cierre del cementerio se extendió hasta las 17.30hs, asegurando la participación plena de las comunidades celebrantes.
Felicidad enfatizó la importancia del control en el ingreso, donde se prohíbe la entrada con bebidas alcohólicas, una norma ya conocida por aquellos que acuden a la celebración. Más allá de esta medida, la esencia de la jornada se mantuvo intacta, permitiendo que las personas vivieran el día con normalidad y tranquilidad, honrando a sus seres queridos en un espacio de reencuentro y reflexión.
La jornada se caracterizó por su profundo respeto a las costumbres ancestrales, rindiendo un homenaje sincero a las tradiciones de las comunidades andinas y originarias. En este marco, la Subsecretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural continúa colaborando activamente con estas comunidades, promoviendo y visibilizando sus ricas culturas que enriquecen el tejido cultural de la Ciudad de Buenos Aires.