
Los alimentos ultraprocesados han emergido en la escena alimentaria, y las interrogantes sobre su verdadera naturaleza y sus implicaciones para la salud son cada vez más frecuentes. En este contexto, se hace imperativo entender qué son realmente estos productos, si existen opciones procesadas saludables o si es aconsejable evitarlos por completo.
La expansión de los alimentos ultraprocesados en las mesas de las familias latinoamericanas ha generado una preocupación palpable. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) advierte sobre el impacto alarmante de estos alimentos en la dieta y en la salud, instando a los países de la región a regular el mercado como un paso necesario para revertir esta tendencia perniciosa.
Los alimentos procesados, en su esencia, han sido sometidos a cambios en comparación con su estado original. La OPS, tomando como base la escala del sistema NOVA de la Universidad de Sao Paulo, propone una clasificación que abarca tres grupos:
- Alimentos sin procesar o mínimamente procesados: estos alimentos han sufrido cambios mínimos de la industria para prolongar su vida útil o mejorar su sabor. Engloba elementos como frutas frescas, secas y congeladas; vegetales, granos, legumbres, frutos secos y semillas; carnes, pescados y mariscos; huevos y leche.
- Ingredientes culinarios procesados: se trata de sustancias extraídas y purificadas por la industria, como grasas, aceites, sal y azúcares. Generalmente, no se consumen solas, sino que se emplean para la elaboración de otros platillos.
- Alimentos procesados y ultraprocesados: los alimentos procesados se enriquecen al añadirles grasas, aceites, azúcares, sal y otros ingredientes, para aumentar su durabilidad y sabor. Este grupo comprende panes y quesos simples, pescados y mariscos salados, frutas, legumbres y verduras en salmuera o aceite. Los alimentos ultraprocesados, por su parte, son creaciones industriales formuladas a partir de sustancias derivadas o sintéticas. La mayoría de estos productos contiene poco o ningún alimento integral. Están listos para el consumo o el recalentamiento, y requieren poco o ningún proceso culinario.
Una gran cantidad de ingredientes utilizados en los alimentos ultraprocesados son aditivos: aglutinantes, colorantes, edulcorantes, emulsificantes, conservantes y más. A menudo, se les agrega aire o agua para incrementar su volumen y se pueden enriquecer con micronutrientes sintéticos. Estos productos, desde papas fritas hasta bebidas azucaradas, presentan una serie de riesgos para la salud humana, desde su mala calidad nutricional hasta su potencial adictivo.
En resumen, los alimentos ultraprocesados tienen un perfil nutricional desequilibrado, alto en azúcares, grasas saturadas y sodio, y bajo en proteínas, fibra, vitaminas y minerales en comparación con alimentos no procesados o mínimamente procesados. Representan un riesgo para la salud, ya que imitan alimentos naturales y a menudo se perciben erróneamente como saludables. Fomentan el consumo de snacks, se comercializan intensamente en medios de comunicación y tienen un impacto negativo en diversas dimensiones.
En este contexto, es esencial reducir la ingesta de alimentos ultraprocesados y optar por cocinar en casa. Este enfoque asegura una nutrición adecuada y contribuye a prevenir enfermedades relacionadas con hábitos alimentarios poco saludables. Reemplazar estos productos con alternativas caseras, como frutos secos especiados o galletitas integrales, puede marcar una diferencia en la búsqueda de una alimentación más equilibrada y beneficiosa para la salud.