
En una trama digna de un guión de película, la Policía de la Ciudad logró desenmascarar a una hábil delincuente que tejió una telaraña de engaño y ambición en el tranquilo barrio de Saavedra, en la provincia de Buenos Aires.
Un octogenario de 85 años, cuyo espíritu aún brillaba con vitalidad, fue víctima de un intrincado plan tramado por una mujer de astutas artimañas. La oscura trama se desplegó en la comodidad de su hogar, donde la visitante inesperada, cual encantadora de serpientes, logró adormecer sus sentidos con pastillas de Clonazepam. Mientras su sueño inocente cobraba vida, la impostora se embolsillaba 50.000 pesos y el tesoro moderno, un teléfono celular.
Las alertas se encendieron y la División Investigaciones Comunales 12 entró en acción, persiguiendo pistas y desentrañando el enigma detrás del robo. El ajedrez policial avanzó con pasos certeros, sacando a la luz las maquinaciones de la mujer, cuya guarida se encontraba en los confines de Los Polvorines, en el pintoresco paisaje de Malvinas Argentinas.
Bajo la dirección del magistrado Alberto Brizuela, las autoridades obtuvieron la orden para desplegar su estrategia final. Las luces rojas y azules iluminaron la calle Coll al 2500, mientras la fuerza policial se aliaba con sus contrapartes de la Policía Bonaerense. La casa de la artífice del crimen quedó sitiada.
La escena en el interior reveló un tesoro peculiar de artefactos. Mientras las miradas de los oficiales exploraban la guarida, emergieron ocho teléfonos celulares, 14 chips y un sinfín de dispositivos electrónicos. Pero eso no era todo, el arsenal incluía una ganzúa, un GPS y hasta un cargador portátil. En el rincón, una suma de 177.500 pesos yacía como testigo mudo de los delitos perpetrados. Las facas, tabletas de Clonazepam, Alplax y Rivotril, junto con la presencia de 50.4 gramos de marihuana y 38.1 gramos de burundanga, revelaron un oscuro segundo capítulo en esta historia.
El misterio se desentrañó aún más, desvelando que esta astuta criminal no solo había llevado a cabo un asalto a la medida en Saavedra, sino que también estaba involucrada en el sórdido comercio de sustancias prohibidas. La marihuana encontrada en su guarida no era solo para consumo personal, sino un vínculo oscuro con una vida criminal más amplia.
El magistrado local y la UFI 16 de San Martín tomaron medidas drásticas. La acusada, convertida en una pieza clave de un ajedrez legal, enfrenta ahora no solo el peso de la justicia por su asalto maestro, sino también la sombra de la Ley de Drogas (23.737). Mientras tanto, su guarida se transformó en una prisión temporal, y todos los elementos hallados se convirtieron en pruebas inamovibles de sus delitos.
En un giro sorprendente, Los Polvorines, un lugar de tranquilidad aparente, se convirtió en el telón de fondo de una serie de actos delictivos, desenterrados uno a uno por la astucia y determinación de la Policía de la Ciudad. La historia de una mujer que embaucó al tiempo y tejió una red de crimen en las sombras nos recuerda que incluso en los lugares más insospechados, la intriga y el ingenio criminal pueden florecer.